Juan fue, es y será canalsense, nació en el hospital San Juan de Dios en el año 1951 y vivió sus 71 años en este suelo.
El pasado viernes 20 de mayo, mediante un comunicado, se nos informaba del lamentable fallecimiento de quien por más de 30 años acompañó a un sinfín de familias en uno de los momentos más difíciles para un ser humano… el momento de la pérdida de un ser querido. Es imposible dejar de mencionar que fue una gran persona, un tipo querible, amigable, una personalidad célebre de nuestro Canals.
Juan fue, es y será canalsense, nació en el hospital San Juan de Dios en el año 1951 y vivió sus 71 años en este suelo.
Desde octubre de 1982 hasta el 20 de junio de 2016 trabajó en la Cooperativa de obras y servicios públicos de Canals, desempeñando una labor social imprescindible y valorable.
En el año 2017 cuando Juan contaba con 66 años, desde Somos Canals, revista que forma parte de eccos multimedios, le realizábamos una entrevista para que nos contara de su vida y su trabajo. Hoy, después de 5 años, y como un humilde y sincero homenaje a Juan, queremos compartir con los lectores de infoeccos.com esa entrevista.
¿Cómo era Canals cuando eras chico?
Canals para mí fue siempre un pueblo tranquilo como es hoy. Un pueblo de trabajo, de mucha gente de campo. Yo vivía en el campo y venía en sulqui al colegio. Mi madre nos llevaba y nos traía a mí y a mi hermana melliza. La escuela la cursé hasta quinto grado en el colegio José Hernández, que en su momento era el Colegio Fiscal. Después con el tiempo, en el servicio militar, terminé de cursar la escuela primaria. En total somos cuatro hermanos. Mi familia trabajó en el tambo de Aramburu hasta el año 72, que se vendió la propiedad y nos vinimos al pueblo, para esa época yo estaba en el servicio militar. Como mi padre falleció joven, con 58 años, al tambo lo hacíamos con mi hermana y mi mamá.
Volviendo un poquito atrás en el tiempo, en el año 64 un señor llamado Eduardo Vega, dueño de la empresa radiadores Vega en Canals, fue a venderle una camioneta Ford A, a mi padre. El negocio no se pudo concretar, pero mi viejo le pidió a Vega si podía ocuparme a trabajar. Era el tiempo en que los padres nos decían que teníamos que aprender un oficio cuando no se podía estudiar, y entre los oficios estaba el de mecánico, porque ellos te decían que sino íbamos a estar toda la vida debajo de las vacas, renegando, y querían otra cosa para nosotros.
Tuve la suerte de que ellos me tomaron y trabajé 18 años con esa gente. Crecimos juntos con el “Mono” Vega, un gran jugador de Canalense y con Susana. Esas cosas me vinieron bien porque yo tenía 12 o 13 años.
Primer trabajo
Empecé a trabajar con ellos, yo bien crudo, del campo porque lo único que hacía era venir a la escuela. En el lugar de trabajo había otros compañeros, al principio hacía trabajos como cortar alambres, y siempre estuvieron los chistes que hacían los muchachos que trabajaban ahí. Por ejemplo, te daban una botella y te mandaban a buscar oxígeno. O decían “Andá a buscarme la es cuadra redonda”, Y se daba que iba lo Quinodoz a buscar oxígeno, en donde trabajaba toda gente grande, te decían que no tenían; pero ibas otro taller a buscar una escuadra redonda y capaz que te daban un fierro que pesaba muchos kilos porque ya sabían que era una cargada. O te mandaban a buscar la mano mecánica, y todas esas cargadas hasta que uno se fue haciendo, se fue dando cuenta. Si estaba Vega, me defendía, pero si se iba a hacer alguna diligencia al centro ya me agarraron los otros y me mandaban a buscar todas estas cosas.
Con ellos trabajé hasta el año 82, después de eso puse un taller ahí en la calle Belgrano y en el año `83 me caso, el 15 de enero.
Volvamos nuevamente unos años para atrás, más precisamente el año 1974, que es cuando entro a trabajar a lo Mut, dónde era la cochería. Entré porque faltaba gente y ese fue mi comienzo con el servicio funerario. El 8 de abril de 1974 empiezo a manejar el coche fúnebre y después acompañaba al “Chano” Mut a Buenos Aires o armaba algún velorio.
En el año 1982, más precisamente el primero de octubre, la Cooperativa se hace cargo de los servicios sociales. Empiezo a trabajar en la Cooperativa no como efectivo, manejaba el coche fúnebre, después ocurrió la desgracia de que este hombre falleciera el 12 de junio de 1983 y la Cooperativa me tuvo en cuenta y me ofreció el trabajo. En ese momento el presidente era el señor García, quién me dijo que lo pensara bien, que lo hablara con mi familia, pero no hubo mucho que pensar ni hablar. Hablé con mi señora, decidimos tomar el trabajo y nos mudamos donde estaban las salas velatorias antiguamente. Las nuevas salas velatorias se habilitaron el 14 de enero de 1989 y ahí estuvimos hasta que me jubilé.
¿Cómo fueron los primeros tiempos? Porque vos hacías un trabajo muy diferente y no debe ser fácil…
No, pero te vas haciendo al trabajo y cuando vos querés un trabajo más fácil se te hace amoldarse. Por lo general todos los trabajos que hice me han gustado. La profesión de funebrero, es un trabajo donde hay que tener un carácter especial, mucho respeto por todo y ser muy cauto en todas las acciones que uno tiene.
Este trabajo uno lo tiene que hacer con gusto, aunque en la vida tengamos problemas uno no tiene por qué demostrárselo a la gente. A veces doy la impresión de que nunca tengo problemas porque siempre ando con una sonrisa, pero los tengo, trato de no llevarles una carga más a las personas que se están teniendo su propia carga.
¿Hay que ponerse una coraza para no involucrarse en ciertas situaciones o que no te afecten demasiado?
Y hay diferentes situaciones. Hay casos en los que uno tiene que ser muy cauteloso, hay que ser sensible a ciertas situaciones, pero también frio, para no mezclarse con los sentimientos de las personas.
Hablemos de tu familia ¿Cómo conociste a tu señora?
Por circunstancias de la vida, de la calle, de amigos, lejos de los boliches o los bailes. Pasábamos por las calles donde trabajábamos y se dio de esa manera que nos conocimos. Fue una persona muy importante en mi profesión. Hay que recordar que nosotros vivimos al lado de la sala velatoria, muchas veces le ha tocado atender a la gente que me ha ido buscar, acompañarme en la sala, hacerme compañía a mí y también estar con las familias en los momentos más dolorosos. A igual que mis hijos que son tres: Vanesa la mayor, después le siguen Valeria y Maxi, y ellos se fueron acostumbrando, era algo normal todo lo que se vivía, timbre, teléfono, golpe en la puerta. Todos nos amoldamos al trabajo que yo realizaba, siempre dentro del marco del respeto hacia las circunstancias que se vivían. Teníamos que cuidarnos para los cumpleaños de los chicos, que no fuera a haber algún velorio, para fin de año también, o de no poner música en el patio de la casa.
Volviendo a mi trabajo, cuando recién entré se hacían muchos viajes a Buenos Aires porque no había cerca servicio de traumatología. Hablamos de hace 30 años atrás, después eso fue avanzando. En mi trabajo he visto el avance de la tecnología en lo que es la medicina y el equipamiento de las ambulancias. Cuando empecé teníamos una ambulancia Rambler, esas de motor Tornado y viajábamos con ese vehículo a Buenos Aires.
Siempre tuve una muy buena relación con los médicos y aquellos que acompañaban a los pacientes. Con el hospital, con la clínica, con las enfermeras de estas dos instituciones. Siempre he sido muy bien atendido en el momento que hemos llegado con un paciente.
Cuando te tomabas las vacaciones ¿Lograbas desenchufarte de todo ese mundo que se vive?
No, nunca. Cuando nos íbamos de vacaciones a las sierras, en el tiempo que no había celulares y había que ir a los telecentros. Hacía las colas para hablar por teléfono y poder saber qué es lo que estaba pasando en la sala velatoria, no me desprendía nunca. Y no era porque no hubiera gente competente sino porque yo era así, de no querer desprenderme de mi trabajo, porque cuando yo volvía estaba todo en condiciones, igual que cuando me había ido por que habían hecho todo bien.
Y después de todo ese arduo trabajo, llegó la época de jubilarte…
Sí. El 4 de diciembre de 2015 viaje a Córdoba hacer los papeles de la jubilación. Sacaba la cuenta que a fines del 2016 me estaría jubilando por las demoras que tiene esto. Pero esto no ocurrió así, como tenía 34 años de aportes fue más rápido, así que entre el 3 y el 4 de junio me llegó el número de expediente y el 20 de junio me llegó la orden la orden de retiro.
Emocionalmente no fue nada fácil para mí, porque si bien tenía mi casa mi segunda casa era la sala velatoria; tuve la posibilidad de quedarme dos tres meses más en la Cooperativa a causa de que uno se iba de vacaciones.
¿Seguís extrañando tu trabajo?
Me estoy acostumbrando, pero si la Cooperativa hoy me volviera a llamar yo vuelvo a trabajar, pero no se puede. Físicamente estoy bien. Pero bueno ya está, salgo a tomar mate, un café con los muchachos, conversamos, intercambiamos opiniones, y a eso me tengo que acostumbrar y me seguiré acostumbrando. Ando dando vueltas en bicicletas porque me compré una.
Yo tengo que agradecerle a mucha gente, a la familia Mut con quién empecé, a la familia Vega, a Susana, a Edgardo, el haber tenido la suerte de haber podido trabajar con ellos y porque hemos crecido juntos con todas estas personas. Empecé a trabajar a los 12 años y gracias a todos ellos me conoció mucha otra gente, por eso digo que a través de ellos se me abrieron muchas puertas.
¿Qué cosas de la vida te emocionan?
Soy de emocionarme muy fácil por mis hijas, por mi familia. Soy muy sentimental en cosas que cuando uno es joven no le da mucha importancia. Cuando uno va creciendo va entendiendo la importancia que tiene todo esto, la familia, y hay muchas cosas que me preocupan y por ahí todo eso se manifiesta a través de mi salud.
Aparentas ser una persona muy tranquila…
Pero no lo soy. Todo el mundo en la calle me dice que parece que yo no tuviera problemas, porque siempre ando igual. Pero tengo problemas igual que todos, con la única diferencia que no soy de demostrarlo muy fácilmente.
Y entre las cosas que me emocionan está mi nieta Martina. Ella me cambia me cambia el humor, es muy alegre, es muy compañera. Los fines de semana se sabe venir a quedar con nosotros, nos hace compañía y alegra la casa. Mi nieta es todo en mi casa, ella es muy especial. Con mis hijos también somos muy compañeros.
No tuve un trabajo en el que pueda decir que me alejó de mis hijos, o de que no pase momentos con ellos. Estábamos con el trabajo al lado de casa, si bien he viajado bastante no faltaba mucho tiempo de mi casa.
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