Filas de personas sin distancia prudencial en boleterías, estaciones y dársenas de colectivos, unidades con pasajeros parados y usuarios que se agolpan para salir por el mismo molinete tras descender de las formaciones ferroviarias o de subte, son algunas de las postales del primer día de funcionamiento del nuevo esquema de transporte público dispuesto por las carteras de transporte de Nación y de la Ciudad de Buenos Aires ante la pandemia de coronavirus.
El martes pasado, el Ministro de Transporte de la Nación, Mario Meoni, anunció medidas para disminuir la propagación del Covid-19 para quienes deben utilizar el transporte público. Entre ellas se dispuso que ni trenes ni colectivos lleven pasajeros parados y que los subtes sólo se detengan en las cabeceras o en estaciones con conexión a otras líneas.
Esta mañana en la denominada “hora pico” los usuarios, sea por costumbre o porque minimizan los riesgos de contagio, en general desestimaron las principales recomendaciones de las autoridades sanitarias entre las cuales se aconsejó mantener distancia con otras personas.
En una recorrida realizada por Télam por las dársenas donde paran decenas de líneas de colectivo en la estación Constitución, se observaron largas filas de pasajeros sin distancia prudencial entre ellos; y lo mismo ocurrió en las colas que se formaban en las boleterías de la estación.
Cerca del mediodía, ya con menos circulación de gente, cuando llegó una de las formaciones del ramal Ezeiza, los pasajeros descendieron y se agolparon para salir por los molinetes más próximos al anden de llegada de la formación, en vez de caminar un par de metros y salir otros que se encontraban vacíos.
“La cantidad de personas que circula por la estación bajó a la mitad, pero igual la gente se agolpa para salir por el mismo lugar”, señaló Raúl, vendedor en un kiosko de diarios que trabaja hace 30 años en el mismo lugar.
El quiosquero aseguró que a esta mañana “los trenes venían llenos, con gente parada como si nada”.
En el andén del ramal que parte hacia Bosques, vía Temperley, una pasajera identificada como Lucía subió a pesar de no haber asientos disponibles y, ya desde la formación que empezaba a arrancar aseguró: “tengo que viajar igual porque no llego más”.
Mónica, de 65 años, viajó de Constitución a Quilmes, y como fue suspendido el servicio ferroviario, se encaminó a la parada del colectivo 98 para movilizarse y “retirar un par de anteojos”.
“Las medidas son correctas porque es una forma de cuidarnos a todos. Lástima que te cancelan el servicio de tren y se aglomere más gente esperando el colectivo”.
Por último, explicó que debido a ello extremó su cuidado personal con el lavado de manos y uso de alcohol en gel.
Para evitar que pasajeros viajen de pie, la línea 59 dispuso dos empleados para asistir al inspector que vende los boletos en la dársena.
“Uno de mis compañeros se queda arriba del colectivo y va contando la cantidad de asientos disponibles que quedan, le avisa a mi compañero de abajo y corta la fila cuando está completo”, explicó Martín, inspector de la empresa que aseguró que usa alcohol en gel y procura tomar distancia de las personas.
En la estación Chacarita, de la línea B de subterráneos, pasadas las 9 se podía observar una hilera de pasajeros de más de 150 metros que esperaba para tomar el subte en dirección al centro porteño, pero las personas que hacían la fila no guardaban distancia entre sí.
Lejos de un nodo de conexión de transportes como Constitución, los colectivos urbanos circulaban con pocos pasajeros, por ejemplo en las avenidas Federico Lacroze y Triunvirato podían observarse unidades con cinco o seis personas a bordo.
Una escena similar se observaba en las localidades bonaerenses de Ramos Mejía o Avellaneda, donde también se notó un incremento en la cantidad de autos particulares.