Relatos de vida: el 24 de marzo de 1976

el 24 de marzo de 1976

Cada 24 de marzo se conmemora la fecha de inicio de una etapa de nuestra historia que nunca tendría que haber ocurrido. Hasta el día de hoy muchos no entendemos el porqué de tanto cinismo, maldad y odio hacia su propio pueblo al querer despojarlo de su dignidad, libertad e ideología.

Por qué tanta tortura, muertes y violaciones a jóvenes que solo tenían ideales de un mundo mejor y que a su corta y floreciente edad corrían detrás del sueño de una patria grande, la que esos “CARNEROS ASESINOS”, como bien los describió Horacio Guarany en el recital de 84 cuando pudo volver del exilio, hicieron añicos.

Nos despojaron de nuestros propios artistas, de todos aquellos que soñaban y sueñan con la libertad, escritores, músicos, etc, quemando libros, censurando canciones y persiguiendo a quienes eran el alma del pueblo hasta que abandonaron su tierra.

Sin más palabras de nuestra parte vamos a dar lugar a un relato de vida que ya tiene unos años, pero que demuestra que no había que ser, ni mala persona ni montonero, como todavía algunos o muchos piensan, para ser condenados, solo había que existir, pensar y querer ser libre. Por favor NUNCA MAS.     

UNA HISTORIA (delincuentes del 76)

Por María del Carmen Méndez (dedicada a mi hijas y nietos) – 24 de marzo de 2014

El 24 de marzo de 1976 se me heló la sangre. Yo trabajaba como Encargada de Contaduría en la Municipalidad de Laborde. Había solicitado licencia por maternidad desde hacía unos días. Faltaba poco para que naciera Soledad. Nuestra hija Valeria tenía 4 años y meses.

Se me heló la sangre porque conocía el sistema de trabajo, entrar a trabajar de nuevo para preparar balances y otros papeles que habría que presentar. Y así fue, Sole por poco nació en el Edificio Municipal el 2 de abril.

Recuerdo que, mi esposo, Néstor Osbel (Dany) Gamboa, me dijo: “se comenta que nos van a venir a buscar”. Al preguntarle el por qué, me respondió: “porque pertenecemos a la JP”

Y ellos llegaron, en octubre del 76. Revolvieron nuestras casas, se llevaron los libros de historia de mi cuñada, y cargaron en un auto a Dany, su hermano Delsio (Cacho Gamboa) y nuestro amigo Osvaldo Godoy.

Y se constituyeron en jueces, torturadores, con convicción de ser los embajadores de Dios.

Sentí el pánico de que un auto amarillo diera repetidas vueltas alrededor de la manzana en la que está ubicada mi casa, generalmente en horas del atardecer. Temí que nos vinieran a buscar a las mujeres y me desesperaba por el futuro de mis niñas. Por suerte eso no sucedió.

Conocí el deambular inútil por el estudio de abogados que nada podían hacer. Los derechos constitucionales dejaron de regir. Ya los habían pisoteado al apoderarse del gobierno.

Supe de la desazón de no tener noticias, salvo por la gentileza, que ahora considero heroica, de un policía de Laborde en ese entonces, el señor Arnoldo Sánchez.

Por él supimos cuándo los trasladaron en carros de asalto desde Bell Ville a Villa María. Y allí partimos las mujeres, hacia el Polvorín, a conversar con el supuesto Juez Militar, teniente Martínez. No me puedo olvidar de la panza de ocho meses de mi cuñada Mabel.

Ese encuentro da para otra historia. El teniente puso en claro que ellos querían que no tuviéramos más pensamientos políticos de ningún tipo, que estaban dándonos una lección.

Enfrenté con palabras al teniente hasta ponerlo de mal humor; años más tarde supe que mil ángeles me protegieron para no quedar presa.

Pasado un largo mes, los soltaron. Tuvieron suerte, muchos quedaron años, miles murieron.

Hubo que afrontar la historia: “papá estuvo preso”, frente a nuestras hijas, en un pueblo que no podía entender los hechos… Supongo que fue delito, tal como lo expresó el teniente Martínez, salir por las calles a pedir para el Hospital, desear una sociedad justa, tener ideales.

Por supuesto, a medida que el tiempo pasó, entendí los hechos y sentí que la historia nos dio la oportunidad de poner el cuerpo en una época siniestra, cuerpo que quedó a salvo y nos transformó en los testigos vivientes de una masacre. No fuimos Montoneros, no nos movimos fuera de la ley, solo quisimos ser parte de una juventud que pudiera luchar contra la injusticia y la corrupción. Haber sido apresados por esos ideales constituye hoy una medalla de honor, lamento que Dany no esté en este mundo para disfrutarlo como tal.

Quedan Cacho en Laborde y Osvaldo en Córdoba. Ellos tienen mucho para contar, sociedad y docencia tienen la historia en vivo, espero que la estén aprovechando.

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