Enseñar y aprender con perspectiva de género

La conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora y la escuela como ámbito para construir una sociedad igualitaria y educar para prevenir la violencia contra las mujeres. El Ministerio de Educación resaltó la importancia de educar para una sociedad con equidad de género.

Este 8 de marzo, como todos los años desde 1975, cuando las Naciones Unidas proclamó el día en homenaje a las 129 mujeres que murieron en un incendio en la fábrica textil Cotton, en Nueva York (1908), se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Como siempre en estas fechas, las escuelas construyen memoria al recordar las luchas de nuestra sociedad para conquistar derechos y libertades.

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Este 8 de marzo es algo más. Hoy, también es un día de balance en el largo y constante camino en la consecución de derechos. Y aún queda mucho por hacer. Desde los distintos ámbitos de la sociedad, y especialmente desde el sistema educativo, nos vemos comprometidos a pensar con creatividad más y mejores estrategias que nos permitan educar para una sociedad con equidad de género.

Todavía se considera que el inmenso universo de responsabilidades, cuidados y tareas —algunas de alto riesgo y desgaste físico— que desarrollan (en la gran mayoría de los casos) las mujeres dentro de sus hogares, no es trabajo. La trata de personas —especialmente para explotación sexual—, en todo el mundo y, lamentablemente, también en nuestro país, sigue teniendo como principales víctimas a mujeres y niñas. A pesar de múltiples legislaciones y políticas públicas, la violencia contra las mujeres existe, real y simbólicamente. Los femicidios y las denuncias por maltrato exigen que nos involucremos.

Es necesario enseñar y aprender desde la perspectiva de género y el enfoque de derechos, esto es, desde la implementación de la Educación Sexual Integral (ESI) en cada aula. Porque la escuela, como espacio privilegiado de lo público, debe educar a niñas, niños y adolescentes en la perspectiva de la igualdad de género y contra toda forma de violencia física o simbólica, desafío que, en las actuales circunstancias, nos compromete aún más como educadores en hacer de cada aula, de cada escuela, un lugar activo de convivencia democrática que no haga lugar a desigualdades de ningún tipo.

Es imprescindible, entonces, que desde todos los niveles y modalidades educativas generemos espacios de diálogo significativos, que nos permitan desnaturalizar estereotipos que reproducen desigualdades y que son el origen de la violencia de género, para poder erradicarla. La escuela, que siempre ha sido un ámbito de cuidado, hoy más que nunca puede acompañar los procesos que estén atravesando las y los estudiantes, a fin de poder derivar, prevenir, atender y reparar estas situaciones desiguales y garantizar los derechos de niños, niñas y adolescentes. 

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