Hace 449 años, en un día como hoy, el andaluz Jerónimo Luis de Cabrera fundó la ciudad capital de la Provincia. Lo hizo a orillas del Río Suquía, en un área que los sanavirones denominaban Quizquizacate (“Encuentro de los ríos”) y con ello contravino abiertamente las órdenes del virrey Francisco de Toledo, que le había ordenado marchar desde Santiago del Estero hacia Salta y no caminar rumbo al sur.
La indisciplina, como se sabe, le costó primero la cárcel y luego la muerte, ya que su reemplazante, Gonzalo de Abreu, mandó “darle garrote”, luego de someterlo a brutales torturas.
Hay quienes dicen que esa transgresión inicial de don Jerónimo fue el punto de partida del accionar rebelde y confrontativo de los cordobeses, manifestado en hitos decisivos como la Reforma Universitaria de 1918 y el Cordobazo de 1969.
Lo cierto es que, en casi cuatro siglos y medio, los habitantes de la ciudad fuimos moldeando una identidad singular, signada por un enraizado sentido de pertenencia, una tonada muy particular, una celosa defensa de la autonomía, un humor chispeante y filoso, y la certeza de la centralidad de Córdoba en el espacio político-cultural nacional. Cualidades suficientes para celebrar con orgullo cada aniversario de la fundación de nuestro hogar común, esta ciudad de Córdoba que nos resulta tan querible.
Imagen: «Acto de fundación de Córdoba» (1954) Óleo de Pedro Svetlosak por encargo de la Casa Muñoz. Actualmente se exhibe en el Museo de Arte Religioso Obispo Fray José Antonio de San Alberto