Walter López: El noble nadie de esta semana

La columna semanal de Iván Ferreyra

En la cabeza a veces me suena You could be mine de los Guns o a veces Cleaning apartment de Réquiem para un sueño, que es la cortina de las peleas de las vedettes en la TV de la siesta, todo tiene un sentido, como la historia del Walter López y su vida que tiene el encanto de la canción que no se puede olvidar.

BALANCEAR

Los perros cuidan el pueblo. Alguna vez fui un Nanni Moretti con una Lambretta bordo, que preparamos con el Ale López conocido popularmente como el Melli, un hermano de la calle. Y sus hermanos son mis hermanos. Nos engrasamos hasta la cabeza, ese verano fuimos felices, subí a esa moto a la chica más linda de la ciudad, y recorríamos el pueblo a la siesta, donde los fantasmas duermen. Después deposité mis esperanzas en bancos de niebla.

Esta es la historia de Walter López no sólo como lo recuerda la historia, sino también como yo lo recuerdo. Walter nació con una sonrisa tatuada en la cara y hacía juego con su caminar. Así es la historia, y debe ser agradecida con los héroes que construyeron el presente. El pueblo se escandalizo cuando lo vió en la tele. Walter tuvo más pelotas que muchos en el pueblo. Walter es la suma de muchas luchas. El matrimonio igualitario por ejemplo. Sólo porque te fuiste no significa que no estés aquí.

Cuando Miguel Abuelo pasó por Canals preguntó por él. Todo está en los detalles. Libertad de impresión. Erasure y los que se van. Los otros López que no están. El fotógrafo López que inmortalizo cumpleaños de generaciones, famoso por sus dotes de contorsionista, inolvidable artista. Mi primer maestra, María del Carmen López, almorzaba en su casa y me sentía protegido por algo que aún no entendía, ese amor docente, que es a veces comparable con el de las enfermeras.

El glorioso Jorge López, marcador de punta histórico del Barrio Patria, el gordo ponía parches en la Gomería de Carulo Villanueva, otro tipo generoso, me gustaba ir a la siesta a arreglar mi goma pinchada, los veía y tomábamos mates, se escuchaba la radio y nos reíamos, eran héroes de mi infancia. El Flaco López y su amor a Canalense, un compañero de batallas siempre con una palabra de aliento, como los grandes hinchas. Todos somos López. Cada vez que puedo le doy un abrazo al Kike Margaría, creo en lo que hace, y sé que también lo estoy abrazando a Walter, y el me cuenta: “Nos acompaño hasta la salida de Buenos Aires y cuando se bajo del Mimoso (Colectivo de la Banda de Kike) me dijo: Me voy a acostar porque me duele un poco la cabeza, era domingo, lo llame al día siguiente, y ya nunca más me respondió, fui el último de Canals que lo vió, nunca olvidaré su alegría”.

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Dicen que le canto una canción de Virus a la muerte, Dicha feliz, dicen. No alcanzo.

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