Tatita y las flores. La niña interior

La columna semanal de Iván Ferreyra

Esa niña vivía en un vagón abandonado al lado de las vías, dormía junto a sus hermanos sobre pedazos de cartón, y comían lo que le tiraban los trenes, la milanesa con puré que aún estaba tibia que le arrojaban desde las ventanillas.

Tatita vino con su familia de Mendoza a crecer en este pueblo. No se juzga a una persona por su exterior, por cómo se viste o huele, nadie puede hacerte infeliz sin tu consentimiento. Tatita aprendió en el Colegio de Hermanas como se lo conocía en las calles junto a la hermana Natividad, que en algún momento se la quiso llevar a Chile. Mirtha Susana Flores eligió Canals, el pueblo que tanto ama.

Luego se casó, tuvo unos hijos hermosos y aún tiene su casa en el Barrio Patria, donde vive acompañada de sus plantas, su alegría y la música que nunca la deja sola. La niña interior no tiene los tatuajes de La Tigresa. La sonrisa es la sangre. Y en este abanico de emociones y angustias que nos acarrea la realidad a cada minuto, no nos olvidemos de nosotros. Deberíamos darle a la vida lo que nunca le dimos. Lo que suma no daña. 

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