La columna semanal de Iván Ferreyra
Un atardecer en La escuelita, en la época de Polilla, tomando un Gancia al atardecer con una picada, con el Santiagueño cuidando las mesas y la sonrisa de Polilla iluminando el centro. Desde esas mesas podías contemplar el pueblo, la plaza, la vuelta al perro.
Un domingo a la noche en la Pizzeria Due Amici del Lucho Mazza, con mis amigos de toda la vida, despidiendo el fin de semana y preparándonos para el lunes ir al colegio.
Una noche en Karen Disco escuchando Corazón Delator de Soda Stereo por primera vez y preguntarte de dónde sale tanta belleza en las canciones.
Un asado en la laguna, jugar al fútbol, cultivar esa felicidad que nunca muere.
Un domingo comiendo tallarines con mi abuela Pola, todavía ese aroma me acompaña.
La picada que nos preparaba El Flaco Trigo en la Sede de Canalense cuando volvíamos de jugar y le cantabamos al gran Perico Trollet, presidente del club por esos días, el la invitaba.
Un sábado a la noche en La Base con el querido Iván Palumbo y el Loco Iparraguirre, dos grandes amigos. La vida es eso que está ahí pasando, mientras vemos la Tv o miramos sin ver.
La calle es un problema pero también es un pedazo de pan.
Las noches que pasamos con Mario Rodriguez, tomando mate con pan, hablando de música y sueños, los que seguimos compartiendo hasta hoy.
Como dice el gran Sergio Anibal Raies cuando define a los amigos, es ese lugar donde siempre volvemos, nos conocemos de memoria. Quién nos quita lo bailado.