La historia detrás del “himno a la alegría” de Beethoven

La historia detrás del "himno a la alegría" de Beethoven

Cuando Beethoven estrenó la Sinfonía n.° 9, la Oda a la alegría, era el 7 de mayo de 1824 y ya estaba profundamente sordo.

Han pasado casi dos siglos y el Himno de la Alegría de Beethoven sigue siendo todo un símbolo a la esperanza, la paz y el compañerismo. Es una celebración musical magistral capaz de lograr que todo aquel que la escuche se sienta impregnado casi al instante de un torrente de emociones positivas. La vida siempre parece hermosa cuando suena esta obra.

Para su creador fue más bien un himno a la rabia y la redención. En un momento en el que los sonidos ya no existían para él y se sentía devastado por la peor maldición para un músico, componer este himno fue una oda al esfuerzo y la supervivencia artística. Logró erigir una obra colosal. El día de su estreno, ni tan solo fue consciente de cómo el público lo vitoreaba, aplaudía y se emocionaba. No podía oír nada.

Fue uno de los músicos quien tuvo que avisarle de la reacción del público, momento en que se detuvo para agradecer la reacción. Aún estaba en el final del segundo movimiento y tenía por delante buena parte de la obra…

“Oda a la alegría” fue un poema escrito por Friedrich Schiller en 1785, cuyo título original es An die Freude (“A la alegría” en alemán) y en el que se basó Beethoven para escribir su obra. 

El Himno a la Alegría se convirtió en 1972 en el himno del Consejo de Europa. En 1985, pasó a ser el himno oficial de la Comunidad Europea y de su sucesora, la Unión Europea.
El Himno a la Alegría se convirtió en 1972 en el himno del Consejo de Europa. En 1985, pasó a ser el himno oficial de la Comunidad Europea y de su sucesora, la Unión Europea.

Así se gestó el Himno a la Alegría

Cuando aún era solo un adolescente, Ludwig van Beethoven, cayó bajo el hechizo del idealismo trascendental y de las bases de la Ilustración. De hecho, era común verlo en las conferencias que Immanuel Kant daba en la Universidad de Bonn. Fue aquí también donde descubrió algo que resonó de inmediato en él: la poesía de Friedrich Schiller.

Tenía poco más de 15 años cuando quedó cautivado por la “Oda a la alegría”, un poema que representaba la esencia del movimiento que se vivía en la Europa de aquellos años. Schiller quiso enfatizar los valores que debían mover el espíritu de la Ilustración, tales como la libertad, la justicia y la felicidad humana. El bienestar y la dicha del ciudadano debían estar en el centro de la política, solo entonces sería posible la paz y la armonía social.

Aquel poema era, según su autor, un beso para todo el mundo. Beethoven deseó, ya entonces, ser los labios que dieran voz a aquel poema, la música que transmitiera de manera universal esos nobles propósitos…

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“¡Amigos! ¡Esos ruidos no!
entonemos sonidos agradables
y llenos de alegría.
¡Alegría!

Alegría, bella chispa divina,
Hija del Elíseo,
Ebrios de alegría entramos,
En tu santuario celestial.
Tu magia ata los lazos
que la rígida sociedad rompió;
Y todos los hombres serán hermanos
Donde tus suaves alas se posen (…)”.

-Poema reescrito por Beethoven para su pieza musical El himno de la alegría-

Cuando la oscuridad se cernió en Europa y en Beethoven

El sueño de la Ilustración y su promesa de felicidad se quedó en poco más que en un espejismo. Unas décadas después, Francia cayó en el Reinado del Terror y rodaron más de diez mil cabezas. Friedrich Schiller falleció considerando su “Oda a la alegría” un fracaso absoluto, una entelequia absurda y algo de lo que se avergonzaba dadas las circunstancias.

Aquella fantasía idealista terminó chocando con la dura realidad. Ni siquiera el arte, la escritura y la poesía tenían el poder de transformar la mente de los hombres, tan ávidos siempre de violencia. Los tiempos revolucionarios que vivía Europa eran tan oscuros que incluso la música del joven Beethoven dejó de ser fresca y ligera para adquirir acordes más turbulentos.

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Tenía poco más de 30 años cuando escribió el conocido como Testamento de Heiligenstadt, con el que explicar a sus hermanos su desesperación. Se estaba quedando sordo de manera temprana, algo tan impensable y desgarrador para un músico que consideró incluso quitarse la vida. Pero no lo hizo.

Beethoven siempre consideró que debía aportar algo revolucionario y único al mundo musical. Desde ese momento, y ante la progresiva e irreparable pérdida auditiva, se volcó de manera obsesiva y febril a la composición. La Oda a la alegría de Schiller resonaba de nuevo en su mente.

La Sinfonía n.° 9 también es la última sinfonía terminada de Beethoven y es del todo diferente a las ocho que la precedieron.

El Himno a la Alegría o Coral, de Beethoven, logra despertar nuestras emociones positivas y sentido de esperanza.

El Himno a la Alegría y el deseo de iluminar a la humanidad (y a sí mismo)

La Sinfonía n.º 9 o Himno a la alegría fue la más tardía de su carrera musical. Cuando la escribió había perdido la audición y navegaba en el aislamiento, las enfermedades, un corazón roto por varios amores perdidos, la depresión y la ideación suicida. La creación y su obsesión por crear una pieza musical a partir del poema de Schiller se convirtió en su punto de apoyo. Ese que le permitiría emerger de la oscuridad.

Beethoven ansiaba que su Himno a la Alegría iluminara a la humanidad y resucitara los valores de la esperanza, la libertad y la paz entre todos los pueblos. Su música, debía palpitar lo suficiente como para llegar a los cielos y a los corazones de todas las personas. Asimismo, cabe señalar que su sinfonía también actuó de faro interno para él mismo.

Se dice que, en una ocasión, enfrascado como estaba en dar vida musical al poema de Schiller 27 años después de caer en su hechizo, perdió la noción del tiempo. Empezó a caminar absorto, sin apenas ropa y sumergido en sus pensamientos. Las autoridades terminaron por encerrarlo en la cárcel por creer que era un vagabundo enajenado.

El propio alcalde lo recogió entre disculpas, llevándolo de nuevo a su casa en un carruaje. Al llegar a casa, su mente bullía de ideas. Su inspiración era tan voraz, eléctrica e incandescente, que logró terminar la obra. Y lo hizo, desde su propia oscuridad logró iluminar al mundo de esperanza con su ya inolvidable Himno a la Alegría.

Crédito editorial imagen principal: Ernando Febrian / Shutterstock.com

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