La Columna semanal de Iván Ferreyra (Lo único que se empieza por arriba son los pozos.)
Lo único que se empieza por arriba son los pozos. Caminas por la calle y ves pozos por todos lados, los autos se putean con los baches y nosotros jugamos al tejo en las veredas. Existen los pozos del alma, esos que nos impiden recordar. Recordar, que en latín significa “volver a pasar por el corazón”.
Los celebres clandestinos existen en el inconsciente colectivo, no fueron populares, no trascendieron dentro de la masa. Respiraron, fecundaron, transitaron, los mismos lugares que nosotros. Y son metástasis de nuestros recuerdos, de nuestros pozos del alma.
En los pueblos existen los poceros, oficio sacrificado si los hay. Un par de palas, baldes, y unas manos curtidas de ampollas. Los pozos más populares son los negros o ciegos, que sirven de almacén de toda la bosta de la casa, ya que en los pueblos todavía no existen las cloacas.
El Pato Zaraté dejo su cuerpo dentro de un pozo. Él caminaba tranquilo arrastrando los pies con las suelas gastadas, como si hubiera recorrido el mundo caminando. Como si paseara en la luna.
El miedo es una pequeña muerte. A mí me daba miedo, cada vez que me miraba, ese miedo boludo que impone la iglesia y el colegio. Miedo a lo que se desconoce. Hay que vivir para aprender eso.
No tenía la popularidad de los “Melli López”. El cavar es difícil y agotador, y el Pato lo sabía. Pero al trabajo lo hacía desde pequeño, y se hace costumbre. Él era parte de lo que las encuestas llaman “muestra”, los políticos “pueblo”, los dirigentes “hinchada”, los empresarios “consumidores”.
¿Se habrá soñado lejos de ahí?. En una playa cavando pozos para que sus hijos jueguen y con el mar en la espalda. No deberíamos vivir así. No deberíamos seguir haciendo pozos. La vida es un niño jugando en el parque con música de Vivaldi.
La vida del Pato fue una película clase B que no queremos ver. La compañera y su grito, al que gasto en saludos. Pato, ya hemos tapado otro pozo. Hasta la semana que viene.