La columna semanal de Iván Ferreyra
Hubo una época que la zona se lleno de holandeses, de una empresa que se llama Cogasco, vinieron a montar un gasoducto en la zona, el Licha empezó a trabajar con ellos, se hizo su hermano, los holandeses brillaban en el pueblo, iban a los bares a emborracharse y tiraban dinero.
Un día el Licha cayó con una bicicleta naranja, era hermosa, frenaba moviendo el pedal para tras, toda una novedad, y eso lo note en el pueblo cuando me invitaron a una carrera de bicicletas, me sorprendió, yo pensé que pasaba desapercibido, ahí fui tomando dimensión del regalo del Licha junto a un par de zapatillas Sniker sin cordones, con abrojos, tenían un ondón. El pensó en mí. En su sobrino mayor, un detalle.
Luego los holandeses se fueron, y enviaban postales, y lo invitaban a viajar, El Licha vivía cerca de la Terminal, y un día se fue al cielo. Desde ahí me dicta. Es un ángel que nunca te abandona.