REPORTAJE: Lic. Claudia Patricia Novarino
Nos adentramos en la Amazonia peruana para entrevistar a una destacada profesional de la enfermería. En esta charla, nos comparte su experiencia de vida, su vocación y la fe que la impulsa diariamente en su misión en este rincón del mundo andino.
¿La conocemos?
Buenas tardes Claudia. ¿Podemos realizar una entrevista para Somos Canals ?
¡Hola! Claro que sí, con mucho gusto.
¿En qué localidad naciste y dónde cursaste tus estudios?
Soy de Alejo Ledesma. Estudié la secundaria allí y luego hice el curso de auxiliar de enfermería en Córdoba. Más tarde avancé en mis estudios en Bell Ville y finalmente me gradué como Licenciada en Enfermería en la Universidad Nacional de Villa María.
¿Podrías nombrar a tus familiares?
Gracias a Dios aún tengo a mis padres, Jorge e Ilda; mis hermanos jorge y juan; mi cuñada Inés; mis sobrinos Nico y Vicky; y mis tres hijas: María Azul, María Milagros y María Paula.
¿En qué carrera te graduaste y has seguido estudiando?
Me gradué como Licenciada en Enfermería, y recientemente terminé un posgrado en Medicina Natural aquí en Perú.


¿Trabajas en el Hospital San Juan de Dios de Canals? ¿Cómo fue esa experiencia?
Sí, trabajé muchos años en mi querido Hospital San Juan de Dios de Canals. Fue una hermosa etapa de crecimiento personal y profesional. Pude desarrollar mi vocación con mucha entrega, amor y dedicación. Trabajé en áreas como internado, guardia, inmunizaciones/vacunatorio y quirófano.
La experiencia más fuerte fue compartir mi profesión con la confianza de las familias de Canals y la región. Esto me permitió vivir mi vocación misionera de un modo muy especial, acompañando, escuchando y apoyando en diversas situaciones, tanto en alegrías como en dolores.
No puedo dejar de mencionar a mis compañeros, tanto de la clínica como del hospital, que siempre trabajaron a la par con espíritu solidario. Para ellos, mi admiración y todo mi cariño.

En un mundo tan materialista, ¿cómo nació tu vocación de ayudar a los demás? ¿Qué te llevó a viajar y residir en Perú?
Mi vocación nació como un regalo de Dios. En mi familia, mi madre siempre ayudaba a otros: acompañaba a niños, les quitaba los piojitos, les daba de comer, y enseñaba catequesis. Yo la acompañaba en esas actividades y también participaba en grupos juveniles. Desde pequeña sintió el llamado de cuidar a los demás, y eso se plasmó en la enfermería.
Dios me fue preparando para este llamado más allá de las fronteras de mi tierra, de mi zona de confort y de lo conocido. Él me dio un corazón dócil y sensible para aceptar el desafío de seguirlo, llegando aquí con el propósito de dar consuelo, esperanza y amor.
¿Qué destacas de esta experiencia?
Desataco el llamado de Dios a vivir en amor y servicio. Me identifico mucho con una frase de la Madre Teresa: “Si no vivo para servir, no sirvo para vivir” . Aunque no siempre es fácil, confío plenamente en que Dios está conmigo y se ocupa de mis necesidades mientras yo cumplo con lo que Él me pide.

¿Cuánto tiempo llevas en Perú y cómo es tu trabajo allí?
Hace casi tres años que estoy aquí. Formo parte de un proyecto misionero de la Iglesia Argentina, en respuesta al llamado del Papa Francisco tras su visita a Perú y la publicación de la exhortación apostólica Querida Amazonia . Este proyecto se desarrolla en el Valle del VRAEM (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro) y tiene la particularidad de ser comunitario, con sacerdotes, religiosas, laicos y profesionales de diversas áreas.
¿Dónde resides en 2022 y cómo es tu misión actual?
En 2022 estuve en Mantaro, en la selva baja. Desde abril de 2023, el obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado nos confió una parroquia con sede en Kimbiri, que abarca más de 150 comunidades distribuidas en cinco distritos. Vivo en Villa Virgen, en la selva alta, junto a otra misionera.
Nuestra misión es principalmente evangelizadora, llevando un primer anuncio del Evangelio, sobre todo a las comunidades nativas. También formamos animadores comunitarios para que puedan fortalecer su fe y continuar celebrándola incluso en ausencia de un sacerdote o misionero.
¿Podrías compartir alguna anécdota?
Una vez, al visitar una comunidad nativa, las niñas se acercaron curiosas para mirar mi cabello a contraluz, sorprendidas por su color. También recuerdo una travesía para llegar a Matuveni, donde tuvimos que cruzar ríos caudalosos y caminar por troncos. En el regreso, mientras llovía, resbalé y caí, pero unas ramas me detuvieron. Mi celular, que seguía grabando, quedó atrapado en otra rama. Afortunadamente, con una cadena humana, logramos salvarlo y reímos mucho viendo el video.
¿Extrañas tu familia, tus amistades y tu país?
Sin dudas. Extraño a mi familia, mis amigos, mi pueblo y las costumbres argentinas, como los asados y el mate. Sin embargo, Dios nos regala amigos en el camino que se convierten en parte de nuestra vida.
¿Tuviste que cambiar tu modo de vida para adaptarte a una nueva realidad en Perú?
Sí, el cambio fue bastante fuerte, aunque creo que me adapté rápidamente. Aprendí a aceptar mis limitaciones humanas y a cambiar la rutina del trabajo en el hospital por una vida de labor continua en contacto con la naturaleza, junto a gente diversa y con diferentes idiomas. Recorrer distintas comunidades para el trabajo y acompañamiento pastoral me llevó a vivir la enfermería de otra manera. Aquí, en la selva, la vida comienza al amanecer, generalmente a las 4 de la mañana. A esa hora ya salen los carros de transporte público hacia la ciudad, las mamitas prenden el fuego, cocinan con leña y preparan los desayunos que comienzan a circular a partir de las 6 de la mañana.

La mayoría de las personas come en la calle, mientras los feriantes traen verduras, carne y otros productos. Los anuncios comunitarios se hacen a través de altavoces que alcanzan todos los rincones de las poblaciones. El trabajo en las chacras empieza temprano, pero no son como los campos argentinos: aquí se trabaja la montaña, en parcelas inclinadas. Cuando se acerca la época de cosecha, los paisajes se llenan de hermosos dibujos en las laderas.
¿Debe ser duro el trabajo allí?
Sí, el trabajo es muy duro porque no se utilizan máquinas. Todo se hace a mano, con pico, pala y lampa, en terrenos empinados. La gente regresa a sus casas al caer el sol, y a partir de las 10 de la noche hay toque de queda. Las comidas son picantes y se basan en legumbres, arroz, yuca, papas y plátano. Las bebidas suelen tomarse a temperatura ambiente, ya que la mayoría no tiene refrigerador. El pan casi no se consume y los productos lácteos son escasos porque hay poco ganado vacuno. Se produce un requesón llamado cachipa, hecho con leche cortada y vinagre. Aquí tampoco hay dulce de leche, pero se consigue manjar blanco, que es una imitación a base de leche y colapisc.
¿Hay agua potable?
El agua no se puede beber sin hervir. Las casas suelen usarse solo para descansar. Aquí las ventanas no tienen vidrios y las paredes están separadas del techo por el calor. Los servicios higiénicos son precarios y, en su mayoría, están al aire libre. La humedad es constante, tanto que hasta se me ha encrespado el cabello. La ropa se seca casi al instante cuando no es época de lluvias. Algo muy particular es que la gente celebra todo: terminan una fiesta y comienza otra, como aniversarios distritales, de comunidades e instituciones. Estas celebraciones están llenas de trajes típicos, música tradicional, chicha y cerveza. Aquí casi nadie fuma. También aprendí a chacchar coca, una práctica que ayuda a soportar el arduo trabajo en las chacras.
¿Cómo es la sociedad?
Es una sociedad donde todavía predomina la figura masculina, aunque poco a poco las mujeres están ocupando cargos importantes. Por ejemplo, muchas misioneras conducimos vehículos, lo que sorprendió a la sociedad en general. La seguridad está a cargo del serenazgo, que son personas elegidas por la comunidad para actuar como policías locales. Desde hace un mes, Villa Virgen cuenta con una sede de la Policía Nacional del Perú (PNP). También hay una base militar, donde los soldados participan activamente en labores sociales y reclutan jóvenes para entrenarlos.

¿Trabajas sola en esta misión o estás con un equipo?
Somos un equipo misionero. Actualmente somos cuatro personas, dos en cada presencia, y la gente de las comunidades se va sumando y participa con nosotros en las diferentes recorridas.
¿Qué opinas de la autocrítica que debe realizar la Iglesia?
Es un gran tema. El Papa Francisco es un ejemplo de autocrítica, reconociendo y pidiendo perdón por las aberraciones cometidas por personas dentro de la Iglesia. Es una realidad que estuvo presente, está y espero que llegue a su fin. Como Iglesia, somos responsables de mucho dolor, pero también sé que hoy la Iglesia está intentando cambiar. Somos muchos los que deseamos convertirla en ese hospital de campaña que recibe a todos para sanar sus heridas, contener, acompañar y caminar juntos al modo de Jesús. Sabemos que aún hay muchas sombras que debemos transformar en luz. Si cada uno aporta su gota de misericordia y alegría en el anuncio, ningún mal podrá cambiar el destino final: una Iglesia que abrace, incluya, convoque y transforme para bien la vida de todo aquel que se acerque.
¿Cuánto tiempo está planificado que dure tu misión en Perú?
Esperamos que sea permanente en el tiempo, mientras haya misioneros que sigan sumándose al proyecto, al discernimiento y a la formación.
¿Tienes otras misiones en mente para concretar en el futuro?
Desde mi humanidad, quiero vivir mi vida en misión y servicio. Mientras mi familia me apoye y mi cuerpo responda, estaré donde Dios me llame a servir. En resumen, quiero hacer la voluntad de Dios, donde sea y cuando Él quiera.
¿Allí aportas tus conocimientos como enfermera?
El sistema de salud aquí es muy precario. En esta zona solo hay postas de salud, a veces sin médicos, únicamente con algún técnico o jóvenes del SERUM, que sería como el PFO en Argentina. El hospital más cercano está a dos horas y media, por lo que la gente recurre a las boticas y muchas veces no recibe el tratamiento adecuado. Hay serias dificultades para la atención inicial en casos de accidentes. Naturalmente, ayudo en las visitas a las familias. Cuando no puedo manejar algo, consulto a mis compañeros de Argentina, quienes generosamente colaboran de manera virtual, convirtiéndose en parte de esta misión sin esperar remuneración alguna.
¿Qué has aprendido de la cosmovisión nativa?
He aprendido mucho sobre tratamientos a base de plantas y raíces. Desde 2022, estudié un posgrado en medicina natural y preparo medicamentos con plantas que son muy efectivos, como repelentes y tinturas madres. Actualmente estoy incursionando en un tratamiento para la psoriasis. Aquí hay Kallawayas o curanderos, que son como médicos naturales. Servir como enfermera aquí me ha permitido adquirir una experiencia y destreza increíbles debido a la falta de recursos.
¿Has tenido que sortear alguna barrera idiomática?
En las comunidades nativas más cerradas, al principio fue difícil porque el idioma Asháninka y el Machiguenga no son fáciles de entender ni hablar. Con el tiempo, nos enseñaron saludos, nombres y palabras básicas, y hoy podemos comunicarnos bastante bien. En cuanto al quechua, tuve que aprender lo básico cuando trabajé como profesora de religión en una escuela secundaria. Me ayudó mucho cantar en quechua con las mamitas en las celebraciones. Aunque no puedo formar frases completas, entiendo de qué hablan y manejo saludos y palabras sueltas.
¿Qué crees que aportas y qué te llevas de esta experiencia?
He venido a dar lo que soy: mi fe, vocación, profesión, dones y talentos, además de mi sensibilidad por lo social. Sin embargo, me llevo mucho más de lo que doy: experiencia, amigos, gratitud, la calidez de la vida aquí y el cariño de la gente. Todo esto son regalos invaluables que ningún dinero puede comprar.
¿Quién es Dios y qué significa para vos?
Dios es mi alfarero, quien guía mis pasos. Me ha dado un corazón dócil para entender que soy su obra, con mis luces y sombras. Aspiro cada día a ser como Jesús: ver con sus ojos, actuar con justicia y misericordia, servir y amar sin juzgar. Seguir a Dios no es fácil, pero es el mayor propósito de mi vida.
¿Nos dejas alguna frase de cabecera para compartir con nuestros lectores?
“Si no vivo para servir, no sirvo para vivir” – Madre Teresa de Calcuta.
¿Cómo ves al mundo actual?
Hemos logrado grandes avances tecnológicos, pero, como decía Martin Luther King, no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos.
Si pudieras insertar una nueva materia en el nivel secundario, ¿cuál sería?
Elegiría educación emocional. Es esencial formar personas desde el autoconocimiento, desarrollar empatía y habilidades sociales, fomentar la resiliencia y enseñar a gestionar emociones.
En el terreno de la imaginación, ¿con qué personaje de la historia te gustaría compartir un café?
Me hubiese encantado compartir un mate con Juan Pablo II. Su cercanía con los jóvenes y su capacidad de tocar corazones me inspiran profundamente.
¿Cómo ves a nuestro país?
El hecho de haber estado estos tres años fuera de Argentina no me permite dar una apreciación personal completa. Mi valoración estaría basada más bien en la opinión de otros.
Para ir finalizando la nota, ¿qué mensaje le quieres enviar a tus afectos desde Perú?
Más que un mensaje, quiero dar gracias a Dios por cada uno de ellos, por ser parte de mi vida y mi vocación, por su cercanía, su cariño, por ser un soplo de alegría en la lejanía con un mensaje, por el respeto a esta decisión de vida y por ser parte de la misión desde ese lugar. Animo a todos a vivir una experiencia de servicio desde el lugar en el que estamos, con esa mirada de fe que le da color y sentido a la vida. No hace falta ir muy lejos; basta con mirar a nuestro alrededor.
DESEO PARA TODOS AQUELLOS A LOS QUE LES LLEGUE ESTE MENSAJE QUE ESE JESÚS, EL DE LO SENCILLO, EL QUE SE HIZO MUY PEQUEÑO Y LLEGÓ ENVUELTO EN PAÑALES, LES REGALE LA ALEGRÍA DE RECONOCERSE ELEGIDOS PARA LA VIDA Y PARA AMAR. QUE PUEDAN SENTIR ESA PRESENCIA QUE SOSTIENE AUN CUANDO TODO PARECE IMPOSIBLE. ¡PARA DIOS NO HAY IMPOSIBLES!
¡FELIZ NAVIDAD! ¡LOS QUIERO! ¡NOS REZAMOS! ¡ABRAZO FUERTE!
Muchas gracias, Claudia, por tu tiempo.
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