“Ya el pueblo no puede reunirse en la vía pública porque estos seudos empleados públicos no lo permiten, pretextando temer sorpresas y conmociones sediciosas, instigados por el fantasma de la roída conciencia que les embarga y son visionarios escogidos de sus procedimientos de barbarie y fuerza.
El ciudadano José Gómez fue una de las víctimas de las hordas del salvajismo del comisario Bilbao, el que fue vejado en su calidad de ciudadano, a fin de evitar consecuencias funestas que traen aparejadas estos atropellos. En cambio, los “niños de bien” y que se colocan al márgen de la ley, quedan exentos e investidos para consumar lo que la misma le prohibe. (..) Digan si es falso que se han apropiado del dinero de los Hungaritos.
Digan, si lo han estafado al Turco Carlos Elías. Digan si han despachado guías falsas y con respecto a los 88 animales vacunos robados en Idiazabal. (…) Comprendo que la verdad, en la mayoría de las veces es amarga, pero hay que aceptarla, como una consecuencia”.
Días más tarde, El juez González Cepeda, el sargento Cheade y el comisario Bilbao contratan a Javier Tissera para matar a López Dozo.
El asesinato se produjo cuando López Dozo volvía en tren de La Carlota. Tissera lo sorprendió disparándole repetidas veces por la espalda.